"Menudeaban los cantares de las mozas; respondían los mozos con sus baladas lentas y cadenciosas; relinchaban, entre balada y balada, los que sabían hacerlo con recio pulmón y adecuado gaznate; reíase acá, murmurábase allá; y en tanto, las panojas deshojadas caían en los garrotes como lento pedrisco, y la montaña [de panojas] del centro descendía, socavada poco a poco, mientras crecía sin cesar la cordillera de hojas que iba formándose por detrás de las gentes..."
Así cuenta Pereda, en su novela "El sabor de la tierruca" el ambiente de una deshoja; se deshojaba la cosecha de panojas...
"Y vuelta entonces a los cantares, mientras comenzaba el desfile; cantares alusivos a todos y cada uno de los señores de la casa (...) ¡Y en el corral, cantares, y en la calleja, relinchos y más cantares!
Cantares en las deshojas y en las jilas, cantares de siega o de carreteros, cantares al santo el día de la fiesta, cantares de marzas pidiendo aguinaldo... Descendemos de un pueblo que cantaba.
Otros son los tiempos, y ahora oímos (y, a veces, escuchamos) más que cantamos. Pero vale la pena celebrar lo que hemos sido, y conservar lo que queda. Por eso nosotros seguimos cantando. Aunque ya no sea en la calle, o mientras trabajamos...
El viernes 26 de febrero, a las 7 de la tarde, cantamos las marzas en Hinojedo, en el Centro Cultural San Saturnino, las antiguas Escuelas de Gándara.
